Título original: El santo de Villalobos.
Título: El santo de Villalobos.
Autor: Pascual Martínez.
Número de páginas: 194.
Sinopsis
Pese a llevar cerca de medio año al mando del cuartel de Iznájar y haber resuelto un crimen que le ha encumbrado dentro del cuerpo, Ernesto Pitana, sargento de la Guardia Civil, no logra adaptarse a su nuevo destino. Y para complicar aún más su existencia, en la madrugada del día de Reyes, aparece en la playa de Valdearenas el cuerpo sin vida de Martín Urquijo, un curandero más conocido como el santo de Villalobos —en referencia a la aldea de Alcalá la Real donde residía—, heredero de una legendaria estirpe que ha obrado milagros en la zona desde el siglo XIX.
En una áspera tierra de olivos, un mundo ancestral en el que nada ni nadie es lo que parece, el sargento Pitana —junto a la cabo Montero y su peculiar y heterogéneo equipo— se hará cargo de la investigación y tendrá que lidiar, desde el comienzo, con la apremiante sed de justicia de los fieles del santo y con la singular idiosincrasia, a caballo entre la tradición, la desconfianza y la devoción religiosa, de los habitantes de la comarca.
Opinión personal sin spoilers
Nueva entrega de las andanzas del sargento Pitana y su equipo, muy en la línea de su predecesora, La patria de los suicidas.
En esta ocasión cambiamos de ambiente, que no de lugar: invierno en Iznájar, Córdoba. El crimen: un asesinato. Pocos sospechosos, un entorno opresivo y un caso que parece resistirse a ser resuelto…
El estilo sigue siendo similar a la anterior entrega, capítulos dinámicos, concisos y un lenguaje sencillo, aunque algo más complicado que en su predecesora. Los personajes son en su mayor parte los mismos, el sargento Pitana, sus subalternos, Montero, Palomque, Martínez, la despampanante Tavares y la recién llegada Paz Sesma… También su querida Lara, fuente de grandes quebraderos de cabeza, y no podemos olvidarnos de Jacinta, que ahora tiene una ayudante, Paloma.
Sin embargo, la historia del santo de Villalobos se desgrana de manera muy diferente a la de La patria de los suicidas. El crimen comparte protagonismo con los detalles de la vida de cada uno de los personajes, que sirven para conocerlos mejor, que les dan mayor peso y profundidad. Esto me resultó atractivo porque le añade agilidad a la novela. Por otro lado, este desdoblamiento del foco principal se puede decir que resta lustre a la parte policial de la obra, al misterio. Personalmente es un matiz que me ha gustado, pero puedo entender que haya personas a quienes no tanto.
El sargento Pitana sigue siendo un personaje potente, que va la deriva en el terreno personal, atormentado por su pasado y que hasta el mismísimo final no sabes dónde va a acabar. De hecho, este es uno de los grandes misterios por resolver, que hace que quieras tener en las manos la siguiente novela. Es el principal artífice de los toques de humor, pero me hubiera gustado que recuperara la mordacidad de las primeras páginas de La patria… con todo, que no cambie.
De nuevo, una lectura muy recomendable para pasar un buen rato, aunque si tengo que ser totalmente sincero, me gusto más La patria de los suicidas.
Valoración: 6/10